El lenguaje condiciona la manera en la que vemos al mundo. Cuando usamos el lenguaje para comunicarnos y pasar información a otros, transmitimos nuestra percepción de la realidad. Es mediante la articulación de las palabras que le damos sentido a todo lo que nos rodea. Somos lo que decimos que somos. Las palabras definen “nuestra verdad”.
Esto es importante, porque existen aspectos de nuestra realidad a los que no podemos acceder de forma directa. Para simplificarlo, supongamos que podemos definirlo como la realidad directa y la indirecta. La directa comprende mi realidad cotidiana y todo aquello a lo que yo puedo acceder de forma directa, mientras que la indirecta es la realidad que otros construyen para mí.
En el marco de la política, tanto nacional como internacional, existe una realidad que es construida a través del discurso y la palabra por otros.
Esta realidad alberga hechos que son desconocidos. No me puedo enterar por mí misma, alguien me lo tiene que contar. He incluso, hechos, temas, complejidades que se escapan a mi conocimiento, entonces, alguien me lo tiene que explicar. Es ahí, cuando yo, el receptor, comienzo a bucear en aguas desconocidas y la palabra del otro se transforma en una guía para moldear esa realidad indirecta que percibo como propia.
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Los conflictos armados son fenómenos sociales y políticos que atraviesan múltiples áreas que afectan al individuo y a la sociedad en su conjunto, y por eso es que la comunicación supone una herramienta de poder que posee un nivel de importancia estratégica de gran impacto e interés en la agenda política.
Cuando se trata de temas delicados como la naturaleza de los conflictos armados, la defensa y la política exterior, tenemos que comprender que la información nunca es completa. No se nos presenta la imagen total. Solo vemos una parte.
Es fácil observar como un conflicto, – tomemos el caso de la guerra en Ucrania, – puede ser abordado desde distintas perspectivas que buscan darle al hecho el impacto de preferencia con el objetivo de establecer una agenda política.
Esto me lleva al siguiente punto: mi impresión sobre los respectivos discursos de los presidentes Vladimir Putin y Joe Biden, del pasado 21 de febrero, y a un gran interrogante: ¿Estamos siendo arrastrados a una guerra, sin precedentes, entre las potencias más poderosas de la humanidad que ostentan las armas más letales que existen?
Lo que se percibe en el ambiente de las altas esferas de la política estadounidense, e incluso en Rusia, es una alta probabilidad de escalada del conflicto entre ambos países, que bien podría resultar en una guerra convencional.
¿Qué nos están contando?
Vladimir Putin en su discurso anual ante la Asamblea Federal centró la conversación en la guerra con Ucrania, los esfuerzos por detener el ataque hacían Rusia, la reconstrucción del Donbás, etc.
Sobre el conflicto en Donbás afirmó;
“Hemos hecho absolutamente todo, todo lo posible para resolver este problema pacíficamente. Negociaciones muy pacientes y minuciosas para poner fin a esta situación tan difícil”, (…) “Pero se ha desatado un nuevo escenario, y las iniciativas de paz han sido completamente subvertidas por la mentira, la hipocresía, y Occidente ha cerrado los ojos ante la hipocresía y el régimen asesino en Kyiv, y la actividad terrorista que se ha desatado en el Donbás”. Sobre occidente – más específicamente sobre EE. UU – alegó que habrían estado suministrando armas a los terroristas y que incluso “antes de la operación militar especial – léase la invasión a Ucrania – habían estado recibiendo artillería pesada y sistemas de defensa aérea”.
La conclusión del presidente ruso: Rusia no tuvo más remedio que atacar a Ucrania.
Durante su discurso afirmó que la invasión fue producto de la necesidad del país de defenderse dado que occidente albergaba un plan de convertir a Ucrania en una plataforma de lanzamiento repleta de armas que podían atacar al país, lo que implicaba que Moscú debía actuar antes de que esto sucediera.
En parte esto es real. Desde hace unos años que predomina una lectura negativa sobre la expansión de la OTAN y la venta de armas a Ucrania entre los expertos militares occidentales, aunque claro, está quienes consideran totalmente necesario tomar este camino. Ambas posturas tienen su porción de verdad.
Entonces, se podría decir que la estrategia rusa fue iniciar una guerra preventiva con el objetivo de repeler una ofensiva por parte de occidente a futuro y, de este modo, ganar ventaja estratégica frente a un conflicto que, él y su gente, percibían como inminente. Estados Unidos, probablemente hubiese hecho lo mismo en esa situación.
Imaginemos por un momento que, en vez de Ucrania y Rusia, estemos hablando de México y Estados Unidos. Supongamos que Rusia proporciona a México misiles, sistemas de defensa áreas, etc. y, además, se encontrará en negociaciones cuyo objetivo final sería la integración del país latinoamericano a una organización como la OTAN, pero en versión rusa. ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos ante esto?
Joe Biden, en su discurso en Polonia también habló de la guerra, pero la imagen que presentó fue muy diferente.
A los 1.24 minutos de iniciado su discurso comenzó diciendo que:
“Un año desde que comenzó la guerra, Putin no duda de la fortaleza de nuestra coalición, pero todavía duda de nuestra convicción, de nuestro poder de permanencia, duda de nuestro continuo apoyo a Ucrania, duda de si la OTAN podrá mantenerse unificada, pero no debe haber ninguna duda de que nuestro apoyo flaqueará. La OTAN no se dividió y no nos cansaremos. (…) el deseo anhelante de tierra y poder del presidente Putin fallará y el amor del pueblo ucraniano por su país prevalecerá en las democracias del mundo”.
También habló sobre la OTAN como una alianza comprometida con los valores de la democracia y la libertad. Sobre el art. 5. dijo:
“Que no quepa duda de que el compromiso de los EE. UU. con nuestra alianza de la OTAN en el artículo 5 es sólido como una roca. Todos los miembros de la OTAN lo saben, Rusia lo sabe. Un ataque contra uno es un ataque contra todos”.
Recordemos que Ucrania no es miembro de la OTAN. Por eso, el presidente Biden hizo la siguiente aclaración…
“Estados Unidos se ha unido con nuestros aliados y socios en una coalición extraordinaria para oponerse a la agresión rusa, pero el trabajo que tenemos por delante no se trata solo de lo que estamos en contra, se trata de lo que estamos a favor de qué tipo de mundo queremos construir”.
De ahí su compromiso rock solid con Ucrania. En su narración, Rusia representa una amenaza inminente para el mundo libre que occidente quiere construir, y no van a flaquear a la hora de brindar apoyo militar y/o económico a Ucrania.
Antagonizar a Rusia es ya una práctica vieja que viene utilizando nuestro vecino gigante del norte desde hace décadas. Durante la Guerra Fría se practicó numerosas jugadas estratégicas cuyo objetivo era asfixiar al enemigo, restarle zonas de influencia, presionarlo económicamente y realizar campañas de desprestigio a tal punto que el enemigo quede en posición de jaque mate, sin posibilidades de realizar maniobra alguna y demasiado debilitado para negociar desde una posición de iguales.
Es el juego de ajedrez que juegan todos los jugadores que poseen relevancia en el sistema internacional. El resto sobrevive como puede, buscando alianzas poderosas o pasando desapercibidos por el radar.
¿Qué lectura podemos hacer de ambas versiones?
Qué no existe un punto de encuentro entre las partes, que sus posturas son duras en ambos lados, que ambas potencias creen que el otro está equivocado, y que harán lo que sea necesario para lograr sus objetivos.
Si seguimos así, ¿Dónde se termina esto?
¿Con Rusia retractándose? Ni lo esperen. No va a pasar. Por el contrario, probablemente busque fortalecer y consolidar una alianza con China. ¿Con Estados Unidos dejando a Ucrania sola? Ya escuchamos al presidente que eso no va a pasar tampoco porque va en contra de sus intereses.
Seamos claros…
Lo que Rusia hizo retrasa mil años. Totalmente repudiable. Pero la actitud cowboy americana también lo es. Veamos la imagen completa, dentro de lo posible, y dejemos de buscar héroes y villanos. Esos solo existen en las películas de Marvel.
Por eso, antes de caer ante el encanto de discursos bonitos, sea quien sea el orador, sepamos que la narración es una herramienta de comunicación poderosa que se puede usar para informar o desinformar y disuadir según convenga.
La dinámica amigo/enemigo le es funcional a ambos. Ambos se han alimentado de esta narrativa, pero en los últimos años, el avance significativamente más exitoso de Estados Unidos sobre Rusia, lo ha obligado a tomar la decisión de avanzar sobre sus ambiciones de recuperar territorios perdidos por miedo a su propia supervivencia. Pero la forma en cómo ahora se están moviendo las piezas buscando provocar al otro, escalando situaciones de no retorno, es peligroso, y en mi opinión, irresponsable.
No hay héroes ni villanos, hay poderosos y débiles. La política internacional es hipócrita y cruel, dónde algunos ganan mucho, y otros lo pierden todo. Como dijo Tucídides, “Los fuertes hacen lo que desean y los débiles sufren sus abusos”.
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