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El futuro del trabajo explicado en la evolución de dos curvas

Un fuerte apretón de manos entre un hombre adulto y una mano robot - (Imagen Ilustrativa Infobae)
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Cuando miramos la historia advertimos una gran evidencia: el trabajo humano ha evolucionado de manera exponencial. Se nos iba la vida en el trabajo. Cuerpos agotados, mentes sin desafíos significativos, emociones siempre reprimidas en el entorno laboral. El trabajo, en general, eso suponía. Había que cumplir tareas, bajo algún circuito de mando y control que en muchas ocasiones destrataba a las personas. Desarrollos tecnológicos, innovaciones económicas y regulaciones sociales lo fueron dignificando. El trabajo se hizo mucho más satisfactorio para las mayorías. Las amenazas propias de la introducción de nuevas tecnologías siempre fueron disipadas por las nuevas oportunidades de empleos, la expansión de oferta y demanda en los mercados que deviene del crecimiento de la productividad y la innovación constante en todos los ámbitos. Todo ello combinado fueron construyendo los diques de contención frente a las distopías tantas veces anunciadas sobre pérdidas masivas de trabajo humano. Una de las autoridades mundiales en el tema, David Autor, demuestra en uno de sus tantos trabajos de investigación que el 60% de los empleos en USA del año 2018 se produjeron en tipos de trabajos que no existían antes del año 1940.

En tiempos de aceleración digital y despliegue avanzado de inteligencia artificial en todas las actividades humanas, se expande un juicio temerario frente a esta evidencia de progreso histórico que hasta ahora hemos tenido: “esta vez será distinto”. Ninguna secuencia positiva es eterna. En este terreno del trabajo humano y su intersección con las tecnologías hemos cruzado el Rubicón, advierten muchos analistas y voceros. Ya nada será igual. Esta vez sí, el reemplazo de tareas que desempeñan personas a manos de dispositivos tecnológicos equipados con inteligencia artificial ya no sólo será aplicable a todo aquello más repetitivo y aburrido para el desempeño humano, sino que también irá por otras tareas propias de nuestras capacidades cognitivas hasta ahora más distintivas. El desempleo de origen tecnológico, esta vez si podría ser un fenómeno real a gran escala si efectivamente se destruyen más empleos de los que se puedan crear.

Trabajos de especialistas en marketing y diseño, servicios de abogados, destellos creativos para campañas publicitarias, programación de aplicaciones de software, editores de contenidos, analistas de atención al cliente y tantos otros roles hasta ahora bastante protegidos de la automatización tecnológica, ahora también están sometidos a las fuerzas de la transformación impulsadas por la electricidad del Siglo 21, es decir la inteligencia artificial. Especialmente a través de los modelos generativos de IA que procesan lenguaje humano, de la robótica que trasciende sus formatos habituales logrando versiones humanoides alimentados por IA y las impactantes aplicaciones tecnológicas que buscan imbrincarse con sistemas biológicos (humanos entre ellos), en buena medida también impulsadas por la fuerza motora de la IA.

Goldman Sachs estima que dos tercios de los empleos de USA estarán expuestos a algún grado de nueva automatización originada en los avances de la IA. El impacto en la configuración del mercado laboral puede ser enorme. Si bien es difícil encontrar pronósticos de desaparición masiva de empleos, la mayoría de los análisis coinciden en este esquema de tareas humanas que se reducen a cargo de la IA en gran parte de los trabajos. En otros términos, la mayoría de los trabajos en todas las industrias estarán sometidos a un torbellino de cambios en los próximos años, dado que algunas de las tareas que ellos contienen serán inexorablemente absorbidas por inteligencias artificiales (desde un modelo de IA generativa, un chatbot cada vez más sofisticado o un robot con contornos humanoides) y ello obligará a rearmar el mix de tareas que un humano conserva y, en el mejor de los casos, adiciona a sus posiciones laborales. Una reciente investigación de McKinsey afirma que estas tecnologías aumentan casi un 40% el potencial de automatización de tareas en trabajos de la economía del conocimiento, es decir los de mayor nivel educativo y hasta ahora más protegidos del reemplazo por tecnologías.

Por otra parte, se espera que aparezcan nuevas necesidades de aplicación de trabajo humano en este contexto de creciente presencia de IA en las actividades económicas. En general, la expectativa es que una capa de habilidades consideradas blandas (empatía, creatividad, gestión de la incertidumbre, comunicación, etc.) sea la que sostenga a la gran mayoría de trabajadores que dejan de hacer tareas tomadas por la IA. Ganar tiempo para aplicarlo a instancias y procesos de trabajo humano calificado, revalorizando todo aquello para lo que no solía haber tiempo en la era industrial de alta carga laboral en las distintas posiciones. Pero también es espera que se aceleren y amplifiquen nuevos trabajos, en sectores tradicionales o emergentes de la economía, y que cubran buena parte de lo que se destruye. Trabajos de analistas, gestores, coordinadores, líderes de proyectos, arquitectos de procesos tecnológicos, coaches, etc., debieran crecer fuertemente en los próximos años, tantos en los sectores tradicionales de la economía (agro, salud, turismo, industria, construcción, etc.) como en aquellos más nuevos (ciberseguridad, cuidados, biotecnología, data, etc).

En esta ecuación se juega el futuro inmediato del trabajo humano. Estamos frente a dos curvas que han entrado en etapas de evolución acelerada y de cuyo comportamiento depende si vamos a una etapa floreciente para el trabajo de las personas o a un escenario de caída abrupta. Por un lado, la curva de reemplazo de tareas humanas por tecnologías, especialmente dispositivos de inteligencia artificial que ya no sólo aplican a tareas repetitivas sino a otras de mayor valor agregado. Esta curva es inexorable. No hay voluntarismo que la pueda parar. Se trata de la secuencia habitual que se produce con la introducción de nuevas tecnologías en el trabajo. Puede y debe gestionarse, aunque no frenarse ni prohibirse sin que ello someta a las sociedades al atraso y la pobreza.

Por otro lado, la curva de oportunidades para el trabajo humano complementario con estas tecnologías inteligentes. Y aquí tenemos dos grandes vectores en evolución: el de los trabajos que se transforman, descubriendo nuevas zonas de valor para aplicar a partir de cederle a la IA muchas de sus tareas habituales. Y por otro lado el vector de los nuevos roles y trabajos que se estructuran a partir de nuevas necesidades y requerimientos en un mundo bajo el paradigma digital. Especialmente, trabajos más flexibles, contingentes e independientes que van transformando las nóminas de las empresas en verdaderos ecosistemas de trabajo y dando forma a mercados de trabajo mucho más complejos y heterogéneos. Esta curva no es inexorable, requiere de liderazgo y gestión. Es la curva que tenemos el deber de acelerar, dado que requiere de una enorme capacidad para orientar y capacitar a millones de personas, de emprendedores y empresarios comprometidos capaces de innovar en sus modelos de negocios con la mayor cantidad de personas dentro de sus equipos y de líderes políticos y sociales capaces de impulsar marcos e incentivos para que todo esto suceda.

Reorganizar el trabajo humano a gran escala será una tarea ciclópea. La inteligencia artificial, como todas las tecnologías anteriores que impactaron en el trabajo humano, combina la fuerza arrolladora del reemplazo con el hermoso potencial de liberación y mejora. Es un desafío organizativo y no tecnológico hacer que prime lo segundo. Asumir que la IA llegó para quedarse y concentrar nuestros esfuerzos en humanizar los trabajos existentes, elevar la productividad de los trabajos de la base (esenciales) asistidos por tecnologías y acelerar esos nuevos trabajos que ya asoman y pueden masificarse, es la gran consigna.

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