Allá por el año 2007, Gonzalo Higuaín, exdelantero argentino, vivía angustiado en sus primeros meses en el Real Madrid. El atacante, entonces un adolescente recién llegado a la élite del fútbol europeo desde River Plate, sentía sobre sus hombros la presión del gol. En un escenario de máxima exigencia, al Pipita le costaba horrores ver puerta y el ruido en torno a él empezaba a crecer. Un día, en el vestuario, le cogió por banda Ruud Van Nistelrooy, uno de los grandes delanteros de las últimas décadas, y le hizo una curiosa comparación sobre el oficio del goleador en un intento por tranquilizarle. El holandés le explicó que los goles eran como el kétchup, que a veces, por mucho que se intente, no salen, y otras, cuando se abre la veda, llegan de golpe. En ese pegote impenetrable vive ahora mismo Rodrygo Goes. El joven brasileño del Real Madrid está atrapado en un bloqueo anotador del que no es capaz de escapar.
Rodrygo solo ha visto puerta en una ocasión en lo que va de temporada. Fue en el estreno liguero ante el Athletic. Desde aquel partido, en el mes de agosto, acumula más de 800 minutos sin celebrar, una situación desconocida para un chico que en sus primeros años de blanco se ganó el apodo de Rodrygol. Y con todo merecimiento. El brasileño tenía una relación especial con el gol: convertía en oro prácticamente todo lo que tocaba. Sin ir más lejos, en su debut con el Madrid solo necesitó 93 segundos para anotar su primer tanto. Más impactante fue su presentación en la Champions, en la que se estrenó con un triplete.
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A partir de aquellas primeras apariciones, Rodrygo fue convirtiéndose en el mejor revulsivo posible para el Madrid. Salía y facturaba, especialmente en los partidos y momentos más críticos. Para el recuerdo, su papel en la épica Champions de la temporada 2021/2022. Fue el torneo de Benzema, Vinicius y Courtois, sí, pero nadie en el club blanco explica aquella conquista sin el papel de Rodrygo. Anotó el gol que rescató al Madrid cuando estaba fuera frente al Chelsea y fue el héroe en la remontada ante el Manchester City, una noche que ya forma parte del imaginario colectivo del madridismo y en la que fue el principal protagonista con un doblete sobre el descuento.
El curso pasado, Rodrygo elevó todavía más sus prestaciones, hasta el punto de ganarse un puesto en el once de Ancelotti en el tramo final. Su integración en el equipo titular fue natural, ganada a pulso, gol a gol. Al contrario de lo que sucedió con Vinicius Júnior, al que las urgencias y las expectativas le colocaron en el foco casi de inmediato, el ex del Santos tiró la puerta por méritos propios y sin tener que soportar la presión desmedida que lastró en los inicios a su compatriota.
La presión del nuevo rol
En un año en el que volvía a partir como revulsivo, Rodrygo finalizó la temporada con 19 goles en 57 partidos, con un promedio de un tanto cada 202 minutos, números más que aceptables para un extremo que alternó el banquillo con la titularidad. Lo cierto es que más allá de sus apariciones en el once en los últimos meses, el chico se había adaptado a la perfección a un rol tan complejo como el de triunfar desde la suplencia. De hecho, la mayoría de sus grandes noches llegaron así, alejado del foco.
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Este año, sin embargo, las circunstancias iban a obligar a Rodrygo a encarar un escenario totalmente diferente. La salida de Benzema y la ausencia de un remplazo de garantías le convirtieron de golpe en el máximo referente goleador del equipo. Una parte importante de la producción ofensiva del equipo iba a caer sobre él. El cambio de estatus y el aumento de la exigencia llegaba acompañado, además, de una nueva posición sobre el campo. Asentando como extremo derecho, el cambio de sistema de Ancelotti le despegó de la banda y le llevó a posiciones más centrales del ataque. No iba a ser el 9, pero casi.
Hasta el momento, no ha sido capaz de gestionar exitosamente ni una cosa ni la otra. Rodrygo, al igual que ocurre con Vinicius, parece desnaturalizado cuanto más se instala en el área. Tiene gol e instinto, sí, pero no vive cómodo instalado en el área, tal y como él mismo ha reconocido. “Siempre he dejado claro que tengo facilidad para jugar en las bandas, simplemente no me gusta jugar de 9, aunque en mi club tengo que hacerlo”, esgrimió durante la reciente concentración con Brasil.
Defensa y ‘palo’ de Ancelotti
La frustración y la escasa de producción de Rodrygo –un gol y una asistencia en 883 minutos– no son consecuencia de una falta de empeño. El brasileño, de hecho, es el que más lo intenta del equipo: registra 41 disparos en lo que va de temporada, solo 12 de ellos a puerta. De repente, se ha convertido en un jugador ineficaz. Ante el Sevilla, pese a intentarlo una y otra vez, volvió a quedarse en el bucle. “Para mí ha sido uno de los mejores, si no el mejor. Ha tenido oportunidades claras, ha tirado más que los otros, ha intentado todo. No ha marcado, no pasa nada, lo importante es que siga jugando bien”, le exculpó Ancelotti.
La defensa del italiano llegó acompañada de un palo en la previa del duelo frente a los sevillistas. El técnico respondió a las quejas del atacante sobre su posición en el equipo. “A veces hay necesidades del equipo que hacen que algunos tengan que sacrificarse. Lo ha hecho Camavinga, Tchouaméni y a veces Rodrygo, que es un delantero completo que puede jugar de delantero centro”, argumentó, y matizó: “Pero esta temporada ha jugado ahí un partido, ante el Nápoles”.
Desde el club transmiten “tranquilidad” en torno al delantero. Nada ha cambiado pese a su sequía y siguen considerándole un jugador capital en el Madrid del futuro. De momento, en el presente, Rodrygo vive atrapado en la sequía. Esta noche, frente al Braga y en la competición donde más noches de gloria acumula, tendrá una nueva oportunidad para reencontrarse con el gol dos meses después. Como diría Van Nistelrooy, solo falta que el kétchup vuelva a correr.
